Como ustedes ya deben saber, yo no estoy en contra de las medidas para conservar el medio ambiente y preservar nuestro maltratado planeta de la carencia de agua. Pero hay formas y formas de hacerlo.
Hace unos meses, en el edificio donde trabajamos Alicia, Martita y yo, se procedió a hacer unos cambios en beneficio de ello, ya fuera unos destinados a ahorrar energía y otros a reducir el consumo de agua. Hasta aquí nada que objetar. Pero caramba, los nuevos grifos del lavamanos están resultando una “tortura”. Les cuento:
Se activan cuando un mecanismo detecta la presencia de algo: “nuestras manos”. Pero en lugar de parecer que nos las estamos lavando, parece que estemos haciendo una plegaria. Si, porque las debemos poner bien juntitas, palma contra palma, y esperar largo rato a que el chorrito de agua se digne a aparecer. Si, he escrito “chorrito”, por la escasa cantidad que sale de los grifos y por el poco tiempo que dura. ¿Resultados? pues que tienes que continuar un buen rato “rezando” o, si te apremia el tiempo, o sientes que tus nervios están a punto de saltar, salir con resto de jabón en las manos. Lo cual obliga a ponerte luego una buena crema hidratante para que la piel no se quede como escamas de pescado.
Y yo pregunto: ¿no seria mejor optar por aquellos grifos que se activan con el pie y que duran el tiempo que mantengamos el botón apretado? Creo que incluso una mejor solución seria ir cada uno con nuestra jarrita de agua y utilizar un lavamanos como se hacia hace siglos. De esta manera, incluso mejorarían las relaciones interpersonales, pidiéndole al que está al lado que nos eche el chorrito en las manos o que nos preste un poco de agua de su jarrita porque la nuestra se ha agotado.
Hace unos meses, en el edificio donde trabajamos Alicia, Martita y yo, se procedió a hacer unos cambios en beneficio de ello, ya fuera unos destinados a ahorrar energía y otros a reducir el consumo de agua. Hasta aquí nada que objetar. Pero caramba, los nuevos grifos del lavamanos están resultando una “tortura”. Les cuento:
Se activan cuando un mecanismo detecta la presencia de algo: “nuestras manos”. Pero en lugar de parecer que nos las estamos lavando, parece que estemos haciendo una plegaria. Si, porque las debemos poner bien juntitas, palma contra palma, y esperar largo rato a que el chorrito de agua se digne a aparecer. Si, he escrito “chorrito”, por la escasa cantidad que sale de los grifos y por el poco tiempo que dura. ¿Resultados? pues que tienes que continuar un buen rato “rezando” o, si te apremia el tiempo, o sientes que tus nervios están a punto de saltar, salir con resto de jabón en las manos. Lo cual obliga a ponerte luego una buena crema hidratante para que la piel no se quede como escamas de pescado.
Y yo pregunto: ¿no seria mejor optar por aquellos grifos que se activan con el pie y que duran el tiempo que mantengamos el botón apretado? Creo que incluso una mejor solución seria ir cada uno con nuestra jarrita de agua y utilizar un lavamanos como se hacia hace siglos. De esta manera, incluso mejorarían las relaciones interpersonales, pidiéndole al que está al lado que nos eche el chorrito en las manos o que nos preste un poco de agua de su jarrita porque la nuestra se ha agotado.
Aprovecho para desearles a todos un buen fin de semana, que el lunes a algunas nos volverá a tocar "seguir rezando".