Ésta es la pregunta que se nos hacia a través de un anuncio en la contraportada de un periódico matinal. Al verla, no he podido evitar justamente esto: sonreír. Y si, aunque era una hora bien temprana yo ya había sonreído anteriormente unos minutos antes. Sonreí, al saludarla, a la camarera del pequeño bar donde habitualmente Alicia y yo tomamos un cafecito antes de empezar la jornada laboral (algún día les hablaré de este local). ¿Saben? Me encanta sonreír, es algo que me nace de dentro, sin más. Incluso cuando alguna preocupación ronda por mi cabeza. Porque creo que una sonrisa espontánea beneficia tanto al que la da como al que la recibe. Es una invitación a romper con el desanimo que a todos nos puede afectar. En crear un ambiente más agradable, más humano, incluso con gente desconocida o con la que compartimos breves instantes. Ya sea con la persona que nos vende el periódico, la que nos pide la hora en plena calle, etc. Porque quizás esta persona se halle falta de ello: de la calidez de una sonrisa.