Recuerdos de Túnez
Cuantos recuerdos me ha traido tu artículo Sony, en cuanto a lo que respecta a Túnez.
Les cuento lo ocurrido en Douz?. Allí lo típico es, cuando empieza a atardecer, subir por alguna de las grandes dunas que inician el desierto, previo “viajecito” en camello, y ver desde allí arriba la puesta de Sol (es esplendida). No se si ustedes han tenido ocasión de subir una duna, pero es algo un tanto fatigoso, ya que los pies se hunden profundamente en ella. De pronto, mientras estábamos sentaditos arriba, aparece por uno de los lados de la misma (lugar mucho más complicado para subir) un señor muy mayor provisto de un balde lleno de hielo y refrescos. ¡Caramba servicio de bar en plena duna! Claro que la sorpresa que nosotros nos llevamos no debía ser menor para él…jajaja un grupo de europeos luciendo en sus cabezas la Kufiyya(pañuelo en la cabeza atado con un cordón, el “agal”).
En cuanto a las poblaciones trogloditas en el desierto de Ounk Jemal,sus habitantes invitan a los viajeros a visitar sus casas-cueva por debajo del nivel del suelo, sin pedir nada a cambio, al contrario, bajo ningún concepto aceptaban ni una pequeña contribución monetaria. Y es más, una mujer de allí nos regaló a todos un trozo de un pan bien rico que acaba de hacer. Esto deja bien patente que muchas veces el que menos tiene es el que más da.
Túnez en sí, es un pais de contrastes sobretodo entre la parte del litoral y la interior, pero lleno de belleza. Lo único malo, y para mi reprochable, pero sin dejar de tener en cuenta de que así es su cultura, es que a la mujeres ni se nos escucha cuando les hablamos y aún menos comprenden cómo nosotras dialoguemos con entera libertad con quienes nos acompañan. De eso me di cuenta ya en la primera noche de estancia allí. En la capital, después de cenar, dimos una vuelta por la ciudad y al oir música proveniente de un parque público, nos acercamos hasta allí y vimos que se trataba de un bar al aire libre, con mesas y sillas a su alrededor. Así que decidimos detenernos a beber algo. Una vez allí proseguimos hablando “todos con todas” los del grupo, hasta que de pronto nos dimos cuenta de que éramos observados por el resto de la concurrencia. ¡Caramba, pero si no habia ninguna sola mujer autóctona entre ellos!. Y no dejamos de darnos cuenta de ciertas miradas como reprobando nuestro comportamiento. ¿Qué hacian esas “europeas” charlando tranquilamente con sus acompañantes?. Eso ya fue el primer aviso. Luego, cuando se produjo el viaje por gran parte del país, el guía que nos acompañaba hacia caso omiso a cualquier pregunta que alguna de nosotras le dirigiera. O sea que no teníamos de otra que buscar un interlocutor hombre.
Pero aquí no queda todo. Lo más curioso es que él les contó a “ellos” de que era ferviente seguidor de la doctrina de Alá. Ok, hasta aquí, mis respetos. Pero jajaja por la noche lo vimos más de una vez visitando el bar del hotel y tomando bebidas alcohólicas. Hasta que al final alguien le preguntó si esto no era contrario a sus creencias. Y, como contestación le dijo: “Si, totalmente contrario”, pero yo en mis próximas oraciones le pediré a Alá perdón y me perdonará" (…y a seguir bebiendo, no?).
Ahhh y otra cosa bien curiosa. Recuerdo que al llegar allí, en los pasillos de aeropuerto, vimos a dos hombres tomados de la mano ¡caramba que modernos!, (aunque luego nos dijeron que esto es algo usual alli, y no un símbolo de homosexualidad) pero lo más curioso era que cada una llevaba una flor de jazmín en su oreja, adornada con un pequeño abalorio en su interior. Luego, nos dimos cuenta de que cada día, al atardecer, tanto hombres y mujeres llevaban esas flores en la oreja, ya que multitud de vendedores de estas flores salían a esa hora a la calle. Por fin supimos el motivo: depende de que en qué oreja la lleven (derecha o izquierda) tiene su propio mensaje: están solteros o casados. Aunque falta por saber si algún casado por “descuido” se equivocaba de lado al ponérsela, jajaja.