El Fonógrafo

Mi viaje a México

¿Cómo resumir este viaje en pocas líneas? Si, claro que puedo hablar de aquello que pude visitar, de los lugares en donde estuve. Pero ¿cómo explicar las sensaciones que en todo momento me embargaron?. ¿Cómo explicar su luz?. ¿Como expresar las conversaciones mantenidas donde uno se da cuenta con alegría de que las distancias en kilómetros son solo eso, kilómetros, pero no distancias personales?.

Jajaja y de la comida, como que mejor no hablar, en el momento de embarcar en el avión para regresar a España creo que la azafata dudó entre que subiera en cabina o ubicarme en la bodega por exceso de peso!! Olvidé mi clásica dieta de verduras+frutas, no podía evitar probar nuevos platos. ¡Que ricos los tamales, los frijoles, las tortillitas, la ensalada de nopales! Y otros platillos que a causa de mi poca memoria no recuerdo con precisión su nombre (Beth ¿por qué no los anotastes?) ahhh y una fruta riquísima ¿la toronja? si aquella que parece una naranja pero es de color más rojizo.

En cuanto a los lugares visitados, me permito hacer una pequeña referencia:
Chitchén Itzá me fascinó y me intrigó ¿cómo podían los mayas crear esas colosales estructuras en épocas tan remotas? y aún más: ¿Cómo sabían crear ese juego de luces durante los equinoccios o descubrir los secretos de crear “ecos” a su gusto?. Uhmmm hay mucho que leer al respecto.

Xcaret fue otro lugar digno de visitar, andar por sus cuevas subterráneas, aún a riesgo de perderse en ellas. Luego subir la colina donde hay un pequeño cementerio con tumbas muy singulares, por su forma y por lo escrito en sus lápidas. Todo un ejemplo sobre que a la muerte no hay que tenerle miedo, respetarla si, pero aceptar de la mejor forma posible que es algo que a todos nos acontecerá y asumirlo con cierto grado de humor. No hay de otra.

Asimismo disfruté del espectáculo que allí se hace sobre la historia de los mayas, sus rituales, sus celebraciones (impactante “el juego de la pelota”), y como no, la parte final, con una demostración del folclore mexicano y uniendo mi voz (¿fue por esto que llovió tanto?) con la de todos entonando sus bellas canciones.

Y, como por ahora no quiero alargar más mi escrito (Beth, empiezas y no acabas nunca), quiero hablarles de un lugar que me llegó al alma:
Una playa sumamente bella, donde las tortugas acuden a ella para desovar, pero, allí viene lo más triste: toda ella está llena de residuos dejados por los “humanos”. Allí pudimos encontrar todo tipo de objetos, pura basura. Hice fotografías para poder mostrároslo en un próximo artículo hablando de esta problemática.

La tristeza nos embargó, como no. Pero, justo antes de irnos vimos a un pelicano posado en una rama de una de las palmeras que rodeaban la playa. Sí, allí estaba, oteando el horizonte. Si él y las tortugas aún tienen la constancia de llegar hasta allí, de no dejarse vencer por la dejadez del ser humano, aún estamos a tiempo de hacer algo. Ayudémosles a que tanto esta playa, como muchas otras retomen su belleza natural. Fue un momento de reflexión que nunca olvidaré. ¡Gracias por llevarme hasta allí!

PS: Si, tal como dice la canción, quien visita este país termina sintiendo “México en la piel”