Ya estoy de regreso de mi viaje "vacacional". Y mi artículo de hoy viene a raiz de algo que he observado no solo esta vez, sino en anteriores viajes: la gente que viaja “sin ver”. ¿A qué me refiero con esto? Pues que mucha gente, al realizar viajes se queda “encerrada” en el mundo que los agentes de viajes les programan. Se les recoge en el aeropuerto, se les lleva a un hotel, de allí se les organiza todas y cada una de las visitas. Y a la vuelta, cuando se les pregunta cómo les ha ido, te das cuenta de que solo han podido tener contacto con el personal del hotel y con los vendedores de las tiendas a las que les llevaron los programadores del viaje. Con lo cual, tanto se da de que hubieran disfrutado sus vacaciones aquí o allá. No han tenido ocasión de tener contacto con la “vida real” de cada país. Ya se que cuando uno va a un lugar de vacaciones no es lo mismo que residir por un tiempo en un lugar, pero sí que podemos intentar integrarnos un poco en la vida cotidiana del mismo, andar por nuestra cuenta por sus calles y, poder hablar con sus gentes. De allí se conoce, aunque en pequeña medida, claro está, como son. En mi caso, durante mi breve estancia en México he recibido un trato inmejorable.
De un país nos podemos regresar con recuerdos de visitas a lugares esplendidos ya sea por paisajes, riqueza cultural, etc, pero: ¿Qué mejor recuerdo que ponerle “rostros”?. Y nunca podré olvidar el de aquella niña de 5 o 6 años, que vendía sus pañuelos con diferentes bordados a la puerta de una iglesia. Se acercó a mi sonriente y al comprarle uno le dije: “Escoge tu misma el pañuelo que quieras venderme ”. Y, después de buscar, me ofreció uno. Era un pañuelito ribeteado en color verde y con la imagen de un lorito del mismo color. Era tan lindo el pañuelo, que otras personas que estaban visitando el templo se acercaron a ella en busca del "lorito", tanto es así que tuvo que ir donde estaba su madre para buscar más pañuelos iguales a este para poder venderlos y, cuando regresaba con ellos, me los mostró desde lejos como diciendo: "Mira, ya traje más, todos quieren este pañuelito".
Pero, aparte de la anécdota en sí, nunca se me olvidará su carita y deseo que la vida se porte bien con ella y que nunca pierda su dulce sonrisa.