El Fonógrafo

LA TÍA.

A ella la conocí hace ya 28 años, para ese entonces era una mujer mayor, no supe su edad en ese entonces, nunca me ocupo de indagar edades, tenía su negocio, una pequeña papelería donde además vendía mercería, refrescos, frituras chatarras y hasta a sus papás les ayudaba porque también les hacía el favor de vender cierta cantidad de “tortas caseras”, que ellos manufacturaban, actividad en la cual también me vi envuelto en algunas ocasiones, recuerdo que por aquel entonces, la tía estaba preparándose para realizar un viaje por Europa, adquirió un tour en cierta agencia, y pues realizó creo yo, uno de sus anhelos, en esos primeros contactos ella estaba muy ocupada en preparar dicha aventura, que casi no hizo caso a la llegada de un servidor a la vida de esa familia, en fin, transcurrió el tiempo necesario para que ella regresara a su realidad, que presentes tengo los momentos en que platicaba su viaje, como no tenerlo presente, si lo hacía constantemente, no importaba que ya lo hubiese platicado a esa persona, si de casualidad se tocaba el tema de los viajes, pues ella relataba todos los pormenores, hasta el cansancio, y en caso de que a la familia llegara una nueva amistad, o si se reencontraban con algún familiar o conocido del pueblo natal, pues esa persona en primera instancia, tenía que escuchar toda la perorata del viaje famoso, llegó a ser hasta divertido hacerles esa travesura a pretendientes de las primas o primos o simplemente nuevos amigos.
Ella siguió durante algunos años trabajando en su negocio, tenía algo de éxito, su trato amable era parte del mismo, al observarla en ese entonces, no recuerdo haberla visto alterada o ni por asomo algo molesta, siempre les sonreía mucho a todos los clientes o proveedores, en casa era muy diferente, si que era diferente, su carácter ahí se transformaba completamente si había que hacerlo, no le gustó nunca hacer ningún tipo de quehacer doméstico, y menos si de la cocina se trataba, ella se sentía merecedora de ser atendida en todo momento, su mamá, una viejita encantadora, se desvivía, no tan solo por ella, sino por todo el que llegaba a su casa, y cuando digo todo, es lo que abarca el contexto de esa palabra, familiares, amistades de los nietos, hijos, sobrinos, nietos, nueras, yo (cabe mencionar, que me tenía un trato muy especial), eso causó siempre cierto resquemor en algunos familiares, en fin eso es harina de otro costal.
Pasó cierto tiempo y de repente le dio por traspasar su negocio, tenía algunos problemas con la casera, eran familiares, el local que ocupaba estaba fincado en parte del terreno de la casa de uno de sus hermanos, pero siempre había tenido enfrentamientos con la esposa del mismo, o sea su cuñada, le trataban de hacer la vida algo complicada, y en ocasiones lo lograban, era cuando la tía llegaba de más mal humor a la casa, eso fue parte de su decisión, entre otras, ya que su hermano, llegado el momento, vendió su propiedad, y pues esa fue la loza que provocó el cierre de ese próspero negocio, al menos para la tía.
Con parte del dinero que obtuvo por el cierre, hizo realidad otro de sus sueños, viajar a Oriente, se fue a Japón y algunos otros sitios aledaños.
Esto fue parte también de la historia o de las historias que ella contaba, y repito, hasta el cansancio.
Y así fueron pasando los años, 28 para ser exactos, situaciones han sucedido, los abuelos se adelantaron, él antes que ella, la abuelita inclusive llegó a vivir 103 años, que fiesta la de sus 100, fue algo esplendoroso, la hermana menor también se adelantó y el más grande apenas el año pasado, sobreviven tres de ellos, la tía, el Doctor y el Mecánico.